No se oyeron plañidos ni elegías...
Acepté el adiós como quién hiel traga,
matando el sol que alumbraba mis días.
Sin mí, la musa volverá a su fraga.
No tendrá más mi ternura y poesías...
Cual alma inerte que en soledad vaga.
*****
II
(Triste Musa desde su destierro...)
¡Oh... Mi Señor! ¡Fui sol, luna y ensueño!
Seducida a cruel antojo y voluntad,
como si una Musa fuera propiedad
al capricho y desidia de su dueño.
¡Espesa es la negrura del desprecio!
De ser diosa en las noches de arrebato,
a despojo que olvida el insensato...
¿Y pretende que pague innoble precio?
Sabe bien como subyugar mi alma.
¿Por qué me ha abandonado en triste pecio,
sin versos, ni velas y un mar sin calma?
Envuelta de ilusión voy muy despacio.
Aún guardo resabios de ardiente flama
de ese romance que colmó mi espacio.